Entre el dolor y la gloria se llama la nueva muestra de Daniel Corvino, el pintor social conocido por reflejar la mutación del hábitat urbano con movilizaciones y cartoneros, que propone ahora un contrapunto luminoso entre el vacío doloroso de la pandemia y el éxtasis hermanado, sin grieta, del Mundial de Fútbol, sintetizados en obras recientes que expone la Galería Rubbers.
Corvino define su obra como “reflejo de los sucesos que van marcando los cambios en nuestro hábitat urbano” y a sí mismo como “un observador de la realidad” que, atraído por el entorno, redibuja en lienzos.
Este 2023, alejado de esas imágenes multitudinarias y políticas de fines de los noventa centradas en el quehacer de los cartoneros surgidos de la crisis económico social estallada en diciembre de 2001, Corvino intensificó su poética tras una pausa de dos años y medio nutriendo este presente con cuadros iluminados por sus colores, banderas y una presencia albiceleste impactante, en esta muestra recientemente inaugurada que le dedica la porteña Galería Rubbers hasta el 25 de agosto.
Y como ese trabajo de colorista formado en gran parte en el barrio de La Boca con el maestro postcubista Luis Mastro, los cuadros de Corvino, de diferentes formatos, destacan en sus títulos una presencia reflexiva buscada por el artista. Así están dispuestos en diálogo su Exultación del Mundial versus Estación esperanza o Estación desolación, que grafican el vacío de humanidad durante la pandemia y el encierro para cortar la circulación del coronavirus hasta la llegada de una vacuna que protegiera la vida.
O sugerentes e irónicos como Sin grieta, sobre los que dice el artista en diálogo con Télam: “En el cuadro están las banderitas de todos los clubes, de Boca, River, y es un momento que fue sin grieta, todos juntos y por un objetivo. Ojalá pudiéramos estar así en la vida siempre, eso sería bueno”.
La dicotomía entre la pandemia y el Mundial
Ahora, bien, la dicotomía entre las dos series sobre la pandemia y el Mundial se respiran en el movimiento y un color más intenso, como afirma el artista, en títulos como Triunfal, Amuchados, Banderazos, Contraluz de menor formato, o ese Aluvión de millares de personajes fundiéndose con el Obelisco de Buenos Aires festejando la Euforia mundial, dos telas de grandes dimensiones.
“Ganamos el Mundial y pensé en reunir en mi obra el vacío de la pandemia con lo popular de los festejos por el triunfo, como crítica al momento por lo desmedido de ambos extremos”, sostiene Corvino.
¿Pero por qué seguir reflejando el vacío? “Esta muestra la hice justamente por eso, por el dolor de la pandemia y la gloria por el Mundial. Fue esa dicotomía, de lo vacío a lo lleno, en ese pasaje salieron cinco millones de personas a la calle que no había en pandemia. También es una crítica a que nosotros siempre vamos a los extremos, de un lado para otro”, reflexiona sobre la inexistencia de puntos medios.
“Soy un pintor social y lo que quiero es que con cada obra uno piense, que no sea la representación de algo que quede ahí, sino que vaya un poquito más, que no sea una alegoría, que sea más multipensante”Daniel Corvino
“Y también esta muestra es muy sentida porque es una metáfora de mi vida, porque en la pandemia perdí a mi compañera (La pintora Amalia Bonholzer). Estuvimos 40 años juntos y ese primer año quedé solo y en pandemia, encerrado, en el 2020. La gloria sería para mí el haber vuelto a la pintura después de dos años y medio. Me costó mucho adaptarme al taller porque lo teníamos compartido con Amalia”, cuenta sobre el espacio que posee en el Central Park de Barracas.
“Iba al taller y no podía pintar, pero cuando salió lo del Mundial, en diciembre de 2022, dije ‘voy a hacer esta muestra’. Me vino como una cosa así a la mente y lo hice, y volví con más fuerza, con un color más fuerte, porque también hice mi duelo y ya estoy viviendo de nuevo, celebrando la vida”, expresa con los ojos humedecidos.
“Recién en enero empecé a pintar. Trabajé todo el verano”, manifiesta, al tiempo que aclara: “Estando en pandemia estaba en casa y no podía pintar, entonces dibujaba. Hice toda una serie en blanco y negro, y algunos de esos temas los pasé a pintura”, explica sobre las obras que presentó el año pasado en la galería bajo el título de “Incertidumbre urbana II”.
Para las imágenes se referencia en fotos. “Un poco me manejo con fotos y las que me llaman la atención las tomo, pero después cuando voy pintando me vuelo y hago otras cosas. Tomo referencias en alguna foto con las que tengo que tener esa comunión“, dice sobre muchas de las imágenes que saca por su cuenta.
Entre las pinturas mostradas, Estación desolación tiene una particularidad. Ubicada sobre un fondo negro, en un lugar privilegiado, la obra ilumina por sí sola el espacio evidenciando una presencia tan plena que cautiva la mirada a la distancia y tiene que ver con su formación como colorista.
“Estuvimos trabajando para ser coloristas durante mucho tiempo y el año pasado cuando hice la muestra en blanco y negro todos me decían que lindo y yo me quería matar”, dice divertido, “porque estudié 40 años para ser colorista y el blanco y negro era un éxito bárbaro. Pero bueno, a Picasso le pasó lo mismo también. Él quería ser colorista y su cuadro más emblemático es el Guernica“, argumenta.
¿Cómo surgen los títulos? “Soy un pintor social y lo que quiero es que con cada obra uno piense, que no sea la representación de algo que quede ahí, sino que vaya un poquito más, que no sea una alegoría, que sea más multipensante”. Y agrega desde su profusa lectura de obras filosóficas: “Hay una frase de Deleuze refiriéndose a Bacon como un pintor figural. Esto es algo que yo también creo. Soy figural, no soy figurativo. Figurativo representa, y el figural presenta. Entonces, presento una situación que creo que es. Soy como un periodista que ve una situación, la enfoca y vos tenés la interpretación”.
Y aquí vale una aclaración: Gilles Deleuze al reflexionar sobre la pintura en Francis Bacon. Lógica de la sensación (1981) habla de “Figura” como pura presencia diferenciándolo de lo figurativo, ilustrativo o narrativo, y aludiendo al término “figural” trabajado por el filósofo Jean-François Lyotard diez años antes.
“No es representación porque no pinto con los colores de la realidad. Los colores son colores que fabrico, que son más de mi interior, eso es lo que trato de hacer. Por eso el que ve mi pintura sabe que es mía, y eso es lo importante, algo que me llevó mucho tiempo encontrar”. Y agrega: “hace un poco más de 40 años que estoy pintando así que …-se pausa y prosigue- Ese es el leiv motiv de mi vida, tener el color que sea pregnante, que tenga fuerza interpretativa, y lo más importante, que movilice, que no sea una pintura que simplemente la ves, sino que te haga pensar en algo”, afirma.
¿Cómo llegaste a querer ser colorista? “Eso es una cosa innata que tiene uno cuando empieza a trabajar. Trabajé mucho tiempo en La Boca, y ahí empecé a hacer mis primeros palotes, pintando al aire libre. Estudié con Luis Mastro, era un postcubista y trabajaba mucho el color, tenía una materia muy jugosa. Trabajaba mucho los medios tonos y eso me dio esa paleta de calidad que tienen los pintores de La Boca. Mi pintura es así. No tengo planos lisos, son todos matizados. Después seguí estudiando con maestros con los que estuve más ligado a la armonía, la composición. Estudié con Marino Santa María toda esa parte, y después fui a estudiar con Yuyo Noé. Lo que me dejó Noé fue el estudio de la filosofía para poder tener algo que decir en la pintura, que no es solamente lo exterior y lo decorativo, sino transmitir algo que sea más importante”.
A Corvino (Buenos Aires, 1950) el arte lo escogió, según afirma: “No vivo de la pintura, sino vivo para la pintura”. Se formó con Santiago Mirabella en Lomas de Zamora -donde conoció a su esposa Amalia-, en La Boca con Mastro, Santamaría y luego con Noé. También estudió grabado con Alicia Díaz Rinaldi y Leonardo Gotleyb, y nuevas tecnologías con Norberto Griffa. Y todas estás influencias se vuelcan en su obra: “Mirabella me enseñó a vivir para el arte, Mastro el gusto por el color y la materia, con Santamaría aprendí toda la técnica y con “Yuyo” Noé aprendí a desaprender”, explicaba en una entrevista previa.
Sus obras fueron exhibidas en museos como el Perez Art Museum de Miami, el Museo de La Pampa, el Museo Rosa Galisteo de Santa Fe, el Eduardo Sivori de Buenos Aires, el Damaso Arce de Olavarría, y se encuentran en colecciones públicas y privadas de Argentina, Brasil, Nueva York, México y Francia. Expuso en espacios como el Centro Cultural Recoleta, Palais de Glace y el Museo Quinquela Martín entre otros, y participa desde 1984 en salones nacionales y provinciales, recibiendo el premio del Salón Nacional en pintura (2016), grabado (2013) y dibujo (2017) y la mención del Salón Manuel Belgrano, entre otros galardones.
También es realizador del documental Noé íntimo (2017), Kurata Sensei- 50 años de Aikido en Argentina (2020), y está finalizando junto a Gustavo Arias su proyecto Reciclantes; y en 2018 presentó su Libro de artista, en el Museo Nacional de Bellas Artes.
“El Berni contemporáneo”, como lo denominaron en algún momento, dejó de lado las imágenes de cartoneros y personajes como Carlitos Arroyo -que homenajea al Juanito Laguna del rosarino- y los piquetes que realizaba desde hacía 20 años -en tanto testigo de esas manifestaciones políticas- para pasar a la ausencia de multitud y a la exuberancia de ella, comenta la galerista Mariana Povarché sobre la obra reciente de Corvino. Pinturas que no dejan de ser políticas pero abordadas desde otro lugar.
“Entre el dolor y la gloria” podrá visitarse en la Galería Rubbers ubicada en la planta baja de Avenida Alvear 1640, ciudad de Buenos Aires, de lunes a viernes de 12 a 18.
Fuente: https://www.telam.com.ar/notas/202307/635415-muestra-daniel-corvino-dolor-gloria.html