El escritor y docente universitario estadounidense Peter Rock, de visita en Argentina con motivo de la 12° Feria de Editores (FED), adonde llega con la novela “El ciclo del refugio” recién traducida al castellano, pieza que imagina la vida actual de dos niños que en los 90 vivieron en el búnker de una conocida secta de Montana que anunciaba el fin del mundo, habló sobre su obra, sus intereses literarios y su gusto por autores como Julio Cortázar, Jorge Luis Borges y Mariana Enríquez.
Peter Rock nació en Salt Lake City, Utah, en 1967 y en Argentina es un secreto a voces. “El ciclo del refugio” no es su primera obra publicada en el país. Editorial Godot ya hizo llegar primeras traducciones de otros tres libros suyos: “Klickitat”, “Mi abandono” y “Los nadadores nocturnos”. Los dos primeros forman una suerte de cosmogonía sutil con el libro que viene ahora a presentar. El de los nadadores es su primera novela autobiográfica. Sin traducir al castellano tiene aún cerca de una decena de libros más.
Un hilo invisible guía su escritura. La posibilidad de maravillarse, el asombro, la reverencia ante la naturaleza. Un tejido constante, delicado, que pone en cuestión a las sociedades actuales -su consumismo, sus formas de educar, su maneras de apropiarse de la cultura- pero nada de eso puesto en primer plano, ni en segundo, aparecen como hojas de un mismo bosque, señas de un paisaje al que regresa el autor.
“El ciclo del refugio” y “Mi abandono” son dos ficciones surgidas de hechos reales. Respectivamente: familias clase media construyen durante tres años un búnker antinuclear bajo una iglesia en Montana para sobrevivir al fin del mundo. La líder espiritual lo había anunciado para el 15 de marzo de 1990. El 16 de marzo vuelven a la superficie y el mundo sigue tan ahí como el día anterior.
Autoridades de Portland detienen en 2004 a un excombatiente y a su hija de 13 años. Descubren que vivían en una cueva del Forest Park, un célebre Parque Natural de Portland. Estaban un excelente estado y la educación de la niña superaba a la de los chicos de su edad. Les dan casa, trabajo y escuela. La pareja desaparece al mes siguiente sin dejar rastro.
Si bien Rock escribió “Klickitat“ para sus hijas, la novela se volvió más sombría de lo que esperaba a medida que avanzaba y definitivamente no fue para ellas en aquel momento. Recién hoy las niñas que inspiraron el relato tienen 16 y 14 años, una narración que, entre muchas cosas, habla sobre la relación entre hermanas. Lo hace en clave esotérica, iniciática y oscura.
“Me encanta esa palabra, klickitat, pero es algo confusa -le dice a Télam durante la entrevista-. Significa ‘más allá’, pero también es un río, un área geográfica y una tribu de Oregon. Podría decir que ‘klickitat’ -impronunciable en español- se refiere a un ‘más allá’ geográfico y metafísico, pero en este libro es definitivamente una palabra segura entre hermanas”, esas hermanas que autodeterminadas y en procura de su emancipación escapan a uno de los bosques que rodean la zona de Portland donde Rock vive efectivamente con su familia.
Los mismos bosques de la noticia del veterano de guerra y su hija, Padre y Caroline en la ficción de Rock; la misma chica que desaparece en “El ciclo del refugio” y que hace que se reencuentren en el pueblo de su infancia Francine y Colville, hoy adultos que en los años de la secta apocalíptica más famosa de los 80 vivieron la experiencia del fin del mundo como niños pequeños junto a sus padres.
– Lo falible de la idea epocal de certidumbre, de que todo pueda anticiparse, parece un punto común en sus novelas.
– Definitivamente, creo que vivimos en una época de ansiedad y angustia y que la manera en que reaccionamos es intentando controlar lo desconocido y el futuro. Tomamos decisiones para limitar posibilidades y para limitar la movilidad. En “Mi abandono” hay un padre que saca a su hija de la sociedad y controla todo lo que pasa con ella, pero ella está creciendo y, cuando pasa de ser una niña a una joven y empieza a empoderarse, y a cuestionarlo a él, él empieza a desmoronarse. En el caso de “El ciclo del refugio” esa angustia existe a nivel personal y social, es emocional y espiritual, el tema en ese momento era la Guerra Fría, que tenía que ver con la idea del fin del mundo como lo conocemos y la necesidad de prepararse eso otro nuevo que vendría.
– ¿Creés que esa negación de la incertidumbre está vinculada a la postverdad?
– Creo que tiene que ver con el deseo de validar nuestras creencias y que por eso la gente busca unirse en grupos donde todos creen en las mismas determinadas cuestiones. Pero la idea de que la verdad esté basada en emociones descarta la posibilidad de tener conversaciones con otras personas o de comprender el pasado, creo que es una forma de buscar tener el control de una manera muy limitada.
– El abandono y el aislamiento que postulan tus novelas puede ser algo negativo, pero también una forma de encontrarse, de irse para volver a uno mismo.
– Fui muy consciente de la connotación negativa que podían tener al mismo tiempo que entendí que guardaban una apertura. Hay un pasaje en “Mi abandono” que es parte del cuaderno de notas de Padre que toma una cita de Emerson, algo así como “el camino de la vida es maravilloso” y “está hecho de abandono”, en ella la disposición a la renuncia guarda la promesa de maravillarse. Lo mismo con la palabra refugio, en la otra novela el búnker, puede vincularse tanto a una necesidad fundamental humana como a un estado paranoico.
– Esas dos novelas surgen de sucesos registrados en los diarios, hechos extraordinarios, algunos muy singulares, otros espectaculares, que te intrigaron y sobre los que investigaste mucho, buscando documentación y entrevistando a sus protagonistas. ¿Qué clase de herramienta es la ficción para vos?
– La ficción para mí tiene que ver con reaccionar y con la búsqueda de algo, lo que intento con ella es completar baches, descubrir cómo conectar las piezas en una historia de manera muy diferente a como lo haría un escritor de no-ficción, que tiene una relación muy distinta con los hechos porque intenta incluirlos a todos para hacer sentido. “El ciclo del refugio”, por ejemplo, se volvió una enciclopedia, tenía más de mil páginas, sólo las cartas escritas por Francine ocupaban más de 200 hojas, y ficcionalizar me sirvió para contar una historia que, en el papel, es más breve que esas cartas.
– Hablás de la ficción para llenar vacíos y algo muy presente en estos libros es la metafísica. ¿La ficción también te sirve para abordar lo que no se ve?
– La ficción nos permite desacelerar y pensar en los misterios del mundo. “Mi abandono” surge de una tercera noticia que yo espero y que nunca sale en los diarios: qué pasó con ese padre y esa hija que desaparecen de la granja donde el Estado los reinsertó después de sacarlos del parque forestal donde vivieron escondidos durante años. La ficción nos permite explorar preguntas que nos interpelan. Yen este sentido sería interesante hablar sobre el papel que tienen las palabras: cómo operan, cuál es su musicalidad, cómo vibran y también cómo en la página, de manera silenciosa, hacen que se mueva algo en nuestro interior.
– Parte del goce y la frustración que significa querer contar algo más allá de las palabras.
– Me parece un misterio de dónde vienen las palabras, siempre me pregunto cómo irrumpen y que están intentando decir. En eso me concentro ahora y en la idea de qué hay detrás de ellas. Tanto la ficción como la poesía lo que hacen es acomodar las palabras de modo tal que puedan sugerir algo que no está precisamente escrito.
– Mencionás vibraciones, lo que está escondido… y en las tres novelas aparece Caroline, en una como protagonista y en otras desde lugares muy secundarios. ¿Esa operación literaria tiene que ver con esto?
– Puede ser, pero tal vez me esté repitiendo (se ríe), es algo que hago más por mi propio bien, para sentirme seguro o encontrar cierto equilibrio cuando necesité mantener cierta coherencia.
– La atmósfera en tus novelas suele enrarecerse, se respira surreal ¿Tu gusto declarado por Julio Cortázar se vincula con eso de alguna manera?
– Amo a Cortázar por la forma en que lidia con lo fantástico y lo real, de chico me encantaba leer cuentos fantásticos y no supe hasta llegar a Cortázar que los adultos también podían escribir cosas así. Cuentos como “Continuidad de los parques” fueron cruciales en mi formación, que sea tan lúdico, la relación con los gatos y su inteligencia. A Borges también lo enseño mucho en la universidad, lo doy porque a los estudiantes les gustan mucho sus juegos de lógica. Leí “Los peligros de fumar en la cama”, de Mariana Enriquez, ahora estoy leyendo un poco a Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares;y encontré algunos lugares en Buenos Aires que reconozco.
– ¿Considerás que escribir es una actividad colectiva?
– Sin dudas, tal vez nos guste pensar que es individual, pero estamos en conversación constante con otros y con el mundo y llevamos todo lo leído con nosotros adonde vayamos. Los escritores, además, tenemos que estar abiertos a absorberlo todo, todo lo posible, ya sean personas, libros o películas. Ése es el desafío, porque no vamos a vivir para siempre, ni a leer todo ni a escuchar todo, pero sí hay autores que todavía no encontré y que quiero conocer.
Fuente: https://www.telam.com.ar/notas/202308/636138-peter-rock-fed-feria-de-editores.html