“Púa”, la nueva novela del escritor español Lorenzo Silva, reafirma la calidad literaria de su obra -entre la que se encuentra la serie de los detectives Bevilacqua y Chamorro- a partir de la historia de un astuto librero que, convocado por un amigo enfermo que desea alejar a su hija de un gran peligro, debe regresar a su pasado como agente secreto, “a una vida que juró no volver a tener y a hacer cosas tan extremas como matar a una persona”, explica el autor.
La nueva novela del escritor, publicada por Destino, comienza con la historia de un librero que en realidad es un antiguo agente de la Compañía, conocido como Púa. Vive apartado de todo lo que fue y todo lo que hizo en otro tiempo, refugiado en los libros y la lectura. Un día recibe un mensaje de un antiguo compañero y amigo, Mazo, que le dice: “Púa, soy yo. Me queda poco. Te necesito”.
Nacido en 1966, Silva es un referente indiscutible de la novela policial e histórica en España, autor de más de sesenta libros, entre los que se encuentran las trece novelas de la serie de la emblemática dupla de agentes civiles, el subteniente Rubén Bevilacqua y la sargento Virginia Chamorro. Muchas de sus obras fueron llevadas al cine, entre ellas “El alquimista impaciente”, de 2002, con la que el novelista había obtenido el premio Nadal en el año 2000. Otra de las obras destacadas de Lorenzo Silva es “La flaqueza del bolchevique”, que en este caso fue finalista del Premio Nadal en 1997 y fue adaptada al cine por el director Manuel Martín Cuenca. En 2012, su novela “La marca del meridiano” ganó el Premio Planeta.
En su nuevo libro, la dupla de la novela no son sus famosos detectives, sino un complejo personaje apodado Púa, librero y exagente secreto, y Vera, la hija de su colega Mazo, quien le ha encomendado la misión de rescatarla del peligro en el que se encuentra la joven. Así, en capítulos alternos, se narra la vida actual del protagonista y sus esfuerzos por cumplir el encargo de su amigo agonizante.
– Télam: En esta nueva novela, hay un motor que impulsa la ficción: la paternidad. ¿Cómo pensás esta relación intergeneracional?
– Lorenzo Silva. Las notas y la crítica suelen destacar más el tema del terrorismo, la guerra social, la responsabilidad moral de las personas que cruzan los límites, que son temas de la novela, pero el gran tema que la une y sostiene es la relación entre padres e hijos. Las relaciones entre generaciones. El motor principal de la novela es la situación presente que se ve reflejada en la relación personal entre Púa y la hija de su amigo, Vera. En realidad el protagonista está cuidando a esa hija a la que no puede atender como le gustaría. Púa nunca le explica nada a ella, aunque Vera le pregunta, porque en el fondo asume que ella no puede comprender por una cuestión generacional ni a su padre ni a él. Esta difícil convivencia entre generaciones está representada en la novela. Es un elemento fundamental en la historia y es algo que me preocupa y que abordo en repetidas ocasiones.
Estas relaciones suelen ser problemáticas debido a las diferencias en patrones culturales, experiencias y circunstancias entre las personas involucradas. En cuanto a la relación que se establece en esta historia, es positiva. Púa piensa que ella está sola y que no podrá protegerla de sus errores en este mundo, que no es el de él. Sin embargo, siente la obligación, tanto por el amigo como por su hija, de ayudarla con todos los problemas que pueda y hacer lo necesario para solucionarlos, incluso si eso significa volver a llevar la vida que juró no volver a tener, y hacer cosas tan extremas como matar a una persona.
-¿Creés que el alternar entre el ayer y el hoy en los capítulos refuerza la idea de que el presente siempre está relacionado con el pasado?
–Uno como escritor no se da cuenta de ciertas cosas hasta que un lector agarra una frase y la subraya. Me ha pasado con una novela, en la que un lector, resaltó una frase de Bevilacqua en la que dice “El pasado nunca se supera, simplemente se acarrea”, y es verdad. En el fondo, este personaje, en muchos aspectos, representa cómo alguien no ha superado verdaderamente ni siquiera la decepción amorosa que experimentó cuando aquella niña de primer grado que le gustaba le mostró su indiferencia. Lo que podemos hacer es cargar con ello de tal manera que no obstaculice nuestros pasos posteriores. Púa de forma consciente y permanente está realizando acciones en el presente para cargar con esos eventos que está viviendo. Él está enfrentándose a un policía corrupto que explota a una joven y la intenta liberar. Si no fuera por su pasado, él no estaría en esa situación.
-Hay redes semánticas muy claras en la novela, una de ellas es la de los nombres relacionados a la invisibilidad: Nadie, Fantasmas, Sombra. ¿Cómo trabajás literariamente esas relaciones?
-Aunque la destreza principal de alguien que se dedica a una actividad encubierta es el manejo de información y tener el valor de estar en un territorio hostil, lo más importante para poder estar ahí es tener una cierta capacidad de no ser. Esto es un poco antinatural, porque todos en la medida en que existimos queremos ser. Desaparecer es algo contrario a nuestra propia naturaleza.
Para ilustrar esto tengo una anécdota. Conocí a una guardia civil bastante competente. Por eso la seleccionaron. Pero tenía un pequeño problema: era de origen argentino y tenía mucho acento porteño. Por más que intentaba disimularlo, no conseguía hacerlo. Además, era una persona bastante inspirada, simpática y chispeante. Entonces, aunque inicialmente la seleccionaron para estas unidades, finalmente la acabaron expulsando y le dijeron: “Oye, no te lo tomes a mal. Es que todo el mundo se fija en ti. Tú no vales para esto porque eres demasiado visible. Necesitamos una mujer más discreta, más anodina, que sea menos atractiva”. Es decir, una parte de la habilidad de quien se dedica a esto es la habilidad de no ser, de estar y no ser visto. Y eso es algo que incluso aparece al principio, en el primer encuentro entre Púa y Vera. Él está en la misma habitación, en la misma cafetería de un hotel, y está convencido de que ella no le está prestando atención, aunque, por cierto, quizá se equivoca.
-Siempre aparecen relaciones en parejas en esta novela y en muchas otras: ¿Se pueden pensar como variantes del Quijote y Sancho?
-Todos los que escribimos narrativa en castellano estamos condenados, incluso aquellos que no lo han leído, a hacer variaciones del Quijote. Es tan alargada y poderosa la sombra de Cervantes que al final siempre estamos haciendo variaciones sobre el Quijote. La narrativa en español, durante los últimos 400 años, son variaciones del Quijote. Por muy original que uno se crea, siempre hay algo que ya escribió Cervantes.
-¿Pero el tópico de la novela negra no es más la mujer fatal que la amistad de dos hombres?
– Renuncio a ese tópico porque me interesa menos que el otro elemento que está presente en muchas novelas criminales y que a mí me interesa más. Si te fijas en “Púa”, no hay mujer fatal. Al contrario, la mujer es benéfica y no es fatídica en absoluto. Incluso Vera, que puede tener rasgos fatídicos en el fondo, es una víctima, una chica joven explotada y superada que se ha convertido en instrumento de personas mayores que ella.
Me parece que las historias de amistad entre hombres son muy poderosas y a veces las postergamos en favor de la historia de amor. Por supuesto, la historia de amor es más inmediata, pero las historias de amistad, como es el caso de esta novela, o entre un hombre y una mujer, que es un poco la relación que cimenta la serie de Chamorro y Bevilacqua, siempre me impactan mucho. Creo que es un gran tema de la literatura desde el principio, como la historia de Aquiles y el amor fraternal. La amistad es lo que desencadena la primera historia de la ética occidental.
-¿Siempre se regresa al pasado como un extraño?
– Siempre me asalta la pregunta de mi relación actual con mi yo del pasado. Siempre pienso en el chico que solía ser, no solo el de 18 o 19 años que escribió su primera novela, sino también el niño que fui. Recuerdo a ese chico, pero al mismo tiempo la vida me ha alejado irremediablemente de él y de todos los chicos que he sido sucesivamente.
En “El desasosiego” Fernando Pessoa dice “El otoño que tengo es el que he perdido”, y es así, lo que realmente tenemos es lo que hemos perdido. Lo que nadie puede quitarme es el recuerdo. Eso es lo único que realmente tenemos, es nuestro único bagaje. No tenemos nada más que la memoria de lo que hemos perdido. Lo que tenemos en el presente es coyuntural, es un accidente, una coincidencia en el tiempo y el espacio que puede romperse por cualquier cosa, incluso por un accidente. Sin embargo, nadie puede interponerse entre la relación que existe entre yo mismo y los recuerdos de lo que hice cuando tenía 14 años. Eso nadie puede arrebatármelo.
Fuente: https://www.telam.com.ar/notas/202307/634173-lorenzo-silva-novela.html