En el libro “Formas de incidir”, la curadora Eva Grinstein aborda la dimensión del arte en su faceta activista y reúne la historia de ocho iniciativas en Argentina posteriores al 2010 y previas a la pandemia, dirigidas a comunidades ubicadas por fuera del circuito tradicional de exhibición, un compendio de redes de acción decididas a transformar las realidades de diversos grupos, desde las tejedoras del pueblo wichí en Salta hasta los pacientes de un neuropsiquiátrico en Santa Fe o un hospital de niños en Buenos Aires.
Publicado por ARTA ediciones, el libro reúne -además de fotografías- entrevistas a creadores de ocho iniciativas sociales generadas desde el arte, desplegadas entre 2010 y 2020 a lo largo del país y destinadas a actores que no tienen relación cotidiana con el campo artístico, proyectos “participativos, inclusivos, transdisciplinarios y experimentales”, tal como define Grinstein en el prólogo de la obra.
No son obras de arte en el sentido que suele atribuirse a las mismas, pero sí proyectos imaginados desde el arte argentino contemporáneo, a través de formatos y estrategias diversas, en su mayoría autogestivos, y que apuestan a la acción cultural directa: se trata de “un recorte curatorial” en palabras de la autora para referirse a la siempre antojadiza selección de un grupo que en este caso abarca a Thañí / Viene del monte, GUAU!, Cromoactivismo, Vergel, El Gran Aula, Expediciones a Puerto Piojo, Editorial Parador y Reunión.
“El proyecto inicial surgió a partir de una invitación de Fundación Andreani, en 2019, mientras edificaban la que sería su nueva sede en el barrio de La Boca. Me propusieron curar una de las primeras exposiciones del nuevo espacio y pensé en aglutinar varias iniciativas de artistas socialmente comprometidos: me pareció que el cierre de la década era un buen momento para revisar la actividad comunitaria de artistas y colectivos durante los últimos años. Al declararse la pandemia el proyecto de exposición quedó en suspenso, y durante los largos meses de encierro se me ocurrió que si bien no podía organizar la muestra, podía convertirla en un libro que ahora logró concretarse”, cuenta la curadora Eva Grinstein a Télam.
Antes de embarcarse en cada uno de los ocho capítulos, con entrevistas pregunta-respuesta para conocer en sus propias palabras y testimonios la voz de los creadores de estas iniciativas, la curadora y ex directora del espacio Casa Escuela de Arte, propone -en el prólogo del libro- un sucinto repaso por experiencias anteriores que en Argentina han vinculado arte y compromiso social, como el GAC (Grupo de Arte Callejero), la editorial Eloísa Cartonera, Belleza y Felicidad Fiorito o Serigrafistas Queen.
“Me interesa mucho señalar esos proyectos previos porque creo que fueron modélicos, y lo siguen siendo. Surgidos al filo de la crisis de 2001, en unas condiciones totalmente desfavorables, se posicionaron como emprendimientos activistas anudando pensamiento poético y compromiso social, lo que no es poco. También, diría que en buena medida fueron construidos como pequeños refugios, espacios de socialidad amorosa y comunión frente a las adversidades, y creo que algo de ese espíritu anida también en los proyectos más recientes que revisa este libro”, desgrana la curadora que trabaja actualmente para las direcciones nacionales de Museos y Gestión Patrimonial del Ministerio de Cultura de la Nación.
¿Cómo fue la gestación de cada proyecto? ¿En qué comunidades decidieron actuar? ¿Cómo se han financiado? ¿Los proyectos se han extendido a los espacios tradicionales del sistema artístico? son solo algunos de los interrogantes con los que parte la autora y curadora para indagar en lo que define como “este compilado de acciones reparadoras del arte argentino contemporáneo en el mundo real”, por fuera del circuito de exhibición.
De este modo, aparece Thañí (Viene del monte), nombre elegido por un grupo de tejedoras del pueblo wichí que viven en torno a la ribera del rio Pilcomayo en Santa Victoria Este (Salta), quienes se agruparon como trabajadoras organizadas tras realizar una capacitación coordinada por la artista neuquina Andrea Fernández, a través del INTA. Luego de organizarse, sus tejidos en fibra de chaguar y en lana -que condensan saberes, deseos y tiempo- no solo fueron valorados y comprados -como estas mujeres habían manifestado- sino que además llegaron a exhibirse en muestras en una galería estatal de Berlín y en el Museo de Bellas Artes de Salta.
Otro de los proyectos, “Guau!”, es un espacio de intercambio y expresión escrita que el pintor y escritor santafecino Hernán Camoletto creó junto a personas internadas en el neuropsiquiátrico de Oliveros, a 52 kilómetros de Rosario, donde transformó el habitual “taller de escritura” en un ámbito para apropiarse de la palabra, tal como cuenta: “Incorporamos a los géneros tradicionales (el cuento, la poesía, la autobiografía) la posibilidad de la receta, la carta, el chisme, el chiste, la letra de canción, el refrán, la anécdota”, enumera. Los trabajos creados por las y los artistas-pacientes se han cruzado con otras disciplinas y hacia otros espacios, desde el museo Macro hasta el Malba, con motivo de la muestra “Terapia”, sobre psicoanálisis y arte argentino.
“Pintando en el hospital” se llama uno de los principales programas que lleva adelante la organización Vergel, impulsada por la artista visual Catalina León, que ofrece clases de arte personalizadas a niños, niñas y adolescentes internados en el Hospital de Niños Dr. R. Gutiérrez, de la ciudad de Buenos Aires.
El proyecto, resalta el libro, nació pensando en qué puede hacer el arte frente al dolor. Artistas formados especialmente ofrecen a pacientes un abanico de posibilidades expresivas que les ayuda a mejorar su calidad de vida, como parte de la ONG que busca transmitir la importancia del arte como herramienta complementaria a los tratamientos médicos, en busca de abordajes más holísticos y humanizados de la medicina, inspirados en la mirada de los cuidados paliativos.
“El Gran Aula”, un proyecto que propicia la realización de actividades culturales en el espacio público y que nació en el Centro Cultural Nómade en Fundación Proa, o “Reunión” por el cual el artista, escritor y músico Dani Zelko se sienta a conversar con una persona que no conoce y transforma esos testimonios orales en libros de poesías, editados y publicados, un proyecto que desarrolló incluso para el Museo Reina Sofía de España con comunidades migrantes, también conforman el variado abanico de propuestas aquí reunidas.
Lo común a todos ellos es “su total diversidad -señala Grinstein-: es difícil identificar patrones. En algún caso son proyectos paralelos a sus carreras. En otros empezaron siendo menores y fueron ganando protagonismo. A veces estas acciones fueron concebidas como obras y a veces improvisadas con la única pretensión de incidir sobre una comunidad específica. Como artistas encuentran siempre la manera de volcar su sensibilidad, imaginación, libertad y audacia creativa en lo que hacen, sea con fines expresivos a nivel personal o con fines de reparación social, como los que recoge este libro”, apunta.
“Todos tienen en común el deseo, las ganas, el entusiasmo y una dosis de optimismo” añade la autora y curadora sobre este mapa del arte argentino en su dimensión más activamente política que abarca también a los proyectos Cromoactivismo, Expediciones a Puerto Piojo y Editorial Parador.